“Oye, Cassandra, sé que puede parecer una pregunta tonta, dado que estamos en la cama juntos y casi desnudos pero, estaba pensando, ¿esto es una cita romántica o de trabajo?”.
Cierto es que el Doctor Crane es experto en vivir hiperrealidades durante su azarosa existencia, surrealistas pero bonitas, que diría aquel prota de perfil bajo que da cobijo y amor a la actriz famosa en Notting Hill, pero la realidad supera, con creces, el universo de ficción y, en concreto, el friki, no me cansaré de repetir.
¿Quién no ha dudado de las intenciones de un encuentro en más de una, de dos, y de más ocasiones elevadas a la enésima potencia? ¿Quién no ha tenido mala fortuna o poca imaginación en su interactuación con otro, incluso, con aquel por el que liberaba una cantidad resultona de feromonas? No es fácil El encuentro con el otro a lo Kapuscinski [ya he conseguido colar el friki-dato erudito]. En él se ponen en juego nuestras habilidades sociales [incluidas, también, las nulas] y la posibilidad, siempre existente, de no conseguir nuestro objetivo, pero, aún más, ponemos en juego nuestro propio temor al rechazo y a que éste nos hunda en la miseria más miserable y ponzoñosa. Tranquilos, de la mierda también se sale, oliendo mal pero se sale.
No risk, no glory; quien no arrisga, no gana y otras frasecitas cortas pero rítmicas completan el muestrario de verdades verdaderas aunque prescindibles en multitud de ocasiones [todas ellas de iniciativa ajena, claro]. Un cuarentón desconocido, seguramente con la mejor disposición, desplegó su encanto con servidora para invitarla a una copa, en un bar, el día antes de un Madrid-Barça de Liga, en plena era mourinhista [por concretar]. “Tú seguro que eres del Barça”. Soltarle eso a una madridista confesa como servidora, aún sin que el buen señor lo supiera, es tenerlos bien plantaos y asegurarse el fracaso estrepitoso. “Inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Beckett, en comparación, era un desgraciao’.
No siempre las estrategias de acercamiento al enemigo amoroso son sencillas ni salen como uno ha previsto [por si dudaban, ésta fue una de esas veces] pero muchas, muchas de ellas se alimentan de aquellas aficiones o “deliciosas pijadas” que dominamos y nos dan seguridad para entrar a matar, aunque acabemos comiéndonos el descabello. Estrategias que se nutren de la misma materia de la que estamos hechos. ¿Los sueños? ¡Que no, hombre, que no, las frikadas!