Hace unos días pudimos por fin visitar La Gatoteca. Abierta desde hace 6 meses, habiamos oído noticias de ellos: que si eran el primer cat-café de Madrid, el primero de España, que si eran novedad, que si seguían las tendencias de cat-cafés en Japón… y era una pena que estando tan cerca de ellos no hubiéramos pasado a conocerlos.
Lo dicho, aprovechando que estábamos en la zona reservamos un hueco para ellos. Deciros que, aunque no es una calle principal, están a tres minutos de Atocha y del Museo Reina Sofía (más abajo os pondremos un mapa con la dirección) así que es fácil y cómodo, seas de la ciudad o vengas a dar una vuelta y aproveches la visita a museos de la zona para escaparte un rato.
Nada más entrar hay una recepción donde te explican las normas y dos accesos; uno a la zona de los gatos y otro a la cocina. Y aqíi esta la primera diferencia con lo que habíamos leído de terceros por internet: La Gatoteca NO es un cat-café, es un refugio para gatos donde puedes tomar algo mientras estás con ellos. Esto, que puede parecer una diferencia puramente semántica, es un cambio bastante grande. En un cat-café tenemos una cafetería pura y dura, donde sirven bebida y comida y tienes un grupo de gatos que se pasean por el establecimiento para interactuar con los clientes; en su mayoria están pensados para la gente que no puede tener animales en casa (recordemos que el tamaño medio del apartamento japonés es MUY pequeño y sus normativas sobre animales suelen ser bastante estrictas, sobre todo si viven de alquiler) y quiere tener ese contacto con ellos.
En este caso, sin embargo, tenemos una asociación (ABRIGA) que tiene un refugio para gatos donde cuidan y recuperan animales; este refugio es la casa de los gatos y está diseñado para ellos: su aspecto no tiene que ver con una cafetería, sino que parece más el salón de una casa (con muchos sofás y mesas para que tanto ellos como nosotros podamos estar agusto). Así, tenemos una “casa” de dos pisos donde los gatos se mueven libremente, llena de rascadores y casas para los gatos donde pueden descansar tranquilamente.
El sistema que se usa para recaudar dinero también es diferente, puesto que no pagamos por consumición sino por tiempo: al entrar nos colocan una pulsera con la hora de llegada, lo que también nos da derecho a una consumición gratis de la cocina. Durante nuestra estancia podemos seguir cogiendo bebidas, por las que pagaremos lo que creamos oportuno en forma de donación. Al salir, mirarán el tiempo total de la estancia y nos cobrarán en función de éste. También disponen de bonos de horas para los que quieran ir asiduamente, con los que sale bastante más barato.
Dicho esto, parece que no nos gustó la experiencia, pero nada más lejos de la realidad: pasamos media hora rodeados de gatos felices y no nos importará volver. Si os gustan los gatos es un buen sitio que visitar, sobre todo si no podéis tener uno en casa, y por el precio de una caña podeis pasar un rato junto a un montón de pequeños felinos.