Como no podía ser de otra forma, la navidad es ese momento de paz y amor donde todo lo que puede salir mal saldrá aún peor de lo que esperabas.
Esta historia comienza con un pedido de un cliente, una persona que quiere hacer un bonito y friki regalo de navidad a otra. Parte del pedido es de producción propia, pero otra tiene que salir de imprenta, así que montamos todo y se lo enviamos a nuestros proveedores para que este aquí a tiempo y con tres de días de margen, que sabemos que las cosas pueden ir lentas en estas fechas.
El Jueves 20 debería llegar el paquete, puntual como siempre según la página de Fedex. Pero se nos complica la cosa y no podemos estar para la entrega, así que el transportista se lo lleva de vuelta a su almacén. Como tenemos la semana ajetreada, hablamos con ellos para que en lugar de traérnoslo cuando sabemos que no habrá nadie para recogerlo, podamos ir nosotros a buscárselo al almacén; menos trabajo para ellos y facilitamos las cosas para todos. Primera sorpresa: al día siguiente vuelven a subir el paquete al camión y lo tienen todo el día dando vueltas por Madrid. A medio día llamamos y nos explican que aunque ellos (Fedex) son los que dirigen el asunto, la entrega la hace ChronoExpress, que aunque se les dijo que el paquete se recogía en el almacén parece que no han hecho mucho caso a las instrucciones, pero que darán aviso para que nos llamen en cuanto la furgo esté de vuelta en el almacén para que podamos pasar a buscarlo. Cuatro horas más tarde seguimos sin noticias del paquete. Les llamamos por la noche pero no saben nada, el lunes 23 estará arreglado y podremos pasar a buscarlo.
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